NGC 6960, la nebulosa del Velo
A veces la naturaleza se confabula para ofrecernos un espectáculo delicado y maravilloso a partir de un desastre. La nueva imagen que la Agrupació Astronòmica d’Eivissa presenta es un buen ejemplo de ello: NGC6960, también conocida como “La escoba de la Bruja”, “El dedo de Dios” o “La nebulosa filamentosa”.
NGC6960 se localiza en la constelación del Cisne, a una distancia aproximada de 2100 años luz de nosotros. Fue descubierta el 5 de septiembre de 1784 por William Herschel y destaca por las curiosas y sutiles estructuras filamentosas que presenta. NGC6960 es una de las partes más brillantes de un gigantesco resto o remanente de supernova con forma de donut gigante llamado “El Bucle del Cisne” o “Nebulosa del Velo” y que presenta un tamaño aparente en el cielo nocturno de seis lunas llenas. Al extenderse aparentemente en el cielo sobre un área tan grande, el brillo superficial es bastante bajo, por lo que la nebulosa es difícil de ver incluso con un telescopio de aficionado. La estrella brillante de la imagen es 52 Cygni, visible a simple vista desde un lugar oscuro pero sin ninguna relación con el antiguo remanente de supernova. Recordemos que una supernova es la muerte violenta en forma de explosión de una estrella masiva y que en esta ocasión tuvo lugar hace unos 8000 años.
Los astrónomos sospechan que antes de que la estrella que dio origen a la Nebulosa del Velo explotara, expulsó un fuerte viento estelar. Este viento formó una enorme cavidad en el gas interestelar circundante. Posteriormente, a medida que la onda de choque de la supernova se expandió hacia afuera, se encontró con las paredes de esta cavidad y se formaron las delicadas estructuras filamentosas distintivas de la nebulosa. Los filamentos brillantes se produjeron cuando la onda de choque interaccionó con una zona de la pared de la cavidad relativamente densa, mientras que las estructuras más débiles se generaron en regiones casi desprovistas de material. La colorida apariencia de los filamentos se genera por las variaciones en las temperaturas y densidades de los elementos químicos presentes. En este caso, el azul denota la presencia de oxígeno y el rojo, hidrógeno atómico. El color rojo se produce después de que el gas sea barrido por la onda de choque – que se mueve a casi 1,5 millones de kilómetros por hora – y el hidrógeno dentro del gas sea excitado por colisiones de partículas justo en el propio frente de choque.
Para procesar esta imagen han sido necesarias más de 350 fotografías de alta resolución capturadas por la AAE mediante el Telescopio de Cala d’Hort, propiedad del Consell d’Eivissa, de las cuales el procesador, Faustino M. Márquez Pérez, miembro también de la AAE, ha seleccionado un tercio de ellas. Dichas imágenes se tomaron usando cuatro filtros (Luminancia, Rojo, Verde y Azul) entre el 10 de junio de 2015 y el 30 de octubre de 2016.